lunes, 21 de julio de 2008

CAFÉ

Fría la tarde, descubro la simplicidad de escribir, por sobre hacer canciones, aquella vieja sensación, el placer de oír sonar algo que fue ficción adentro de, la suerte de galpón que tenemos para las ideas.
Uno tras otro abro los sobrecitos de azúcar; el café amargo disgusta al paladar, no sé si será por el nivel en que me gusta, o simplemente es la química del lugar, el aroma, los murmullos, las demás ideas rebotando por ahí. Quizás arruine el momento, un sobresalto, como un platito que se cae al piso y se destroza en mil pedazos cortando el ambiente a la mitad, estallando con un irreparable sonido, mientras en cámara lenta, con un manotazo absurdo y al azar, la Mosa trata de evitar dicho inconveniente sin poder remediarlo exacerbando así este sonido, a los habitantes del lugar.
Por afuera pasa la gente con miradas extrañas, como disconformes, un rejunte de la plaga de los códigos sociales, ¿Cómo es posible que alguien este escribiendo porque sí?, eso dicen.
Debe estar prohibido saber, relacionar, pensar e inclusive también el respirar, solo que todavía no hay sanciones para ello; ¿Quien sabe? , descubrir la felicidad o los pequeños momentos de alegría, quizás, mirar hacia adentro, al lado de la cocina por así decirlo y dar cuenta de aquello que nos satisface con poco esfuerzo. Suscita esto en nosotros, un suspiro, una sonrisa invisible, nos extrae como una pieza de ajedrez de todo lo habitual, las problemáticas que nos aquejan, todo se olvida mientras que la espuma de ese café no deje de girar esperando al sorbo del afortunado pensador que disfrute la delicia de jugar al filosofo hasta el fin del movimiento.
En el momento que entré, se confirmó, las únicas dos personas que había en el lugar miraron con una mueca de sequedad, como observando a quien entra desnudo a una fiesta. Gran sorpresa que el joven ingresante luego de poner su celular sobre la mesa y colgar la bufanda, pidiera un café, doble y una gaseosa, mientras sacaba al mismo tiempo un cuadernillo y una lapicera para derrochar tinta sin sentido aparente. Sacándole al stock de menciones un lugar en su escrito por tal bienvenida viéndolos continuar su charla de incorruptibles adultos saboreando un aparatoso postre con un té al estilo inglés.
La gente suele entrar a discutir cosas de importancia a estos lugares, ¿qué hare yo solo en este sucucho? La espuma sigue agitándose como si hoy fuera noche de luna llena, solo que ya es el segundo de la tarde, es disgustante cuando esta frio. En ese momento en que ya no surge nada más para hacer que destrozar vilmente los sobrecitos de azúcar, llenos o vacios ¿qué más da?, o simplemente tomar una visión menos destructiva del asunto y extender una mano a los sentidos y tocar el “rededor” del lugar textura tras textura, las yemas de los dedos escuchan y se mueven quizás al compás de la música o solo por inquitas sintiendo… la madera, un vaso, servilletas, mas a la derecha hay una taza tibia, el cuadernillo por el mismo recorrido hay…hay ¿una mano?. No logre reconocer esta piel tan tersa y delicada, la manga de un vestido en estreno sobre la derecha de la mesa, pero… ”La Mosa esta lejos” me dije a mi mismo, entonces, de repente recuerdo. Levanto la cabeza cerrando los ojos con fuerza y amontonando los pómulos, como quien se equivoca, vuelvo a mirar, despacio un ojo a la vez y reacciono.
No entré solo al lugar, ella sonríe y bebe su gaseosa, impaciente, espera a que termine (se ve que le gusta verme escribir) me da un escalofrió y debo terminar, dudo que entienda…, apoya su cabeza en mi hombro buscando perdón por el atrevimiento de detenerme y me pide que continúe, atino a mi conciencia y me remito a terminar rápidamente lo que había comenzado hacia ya una hora, perderé los próximos veinte minutos traduciendo para ella mi caligrafía, al mismo tiempo, trataré de comprender ¿Por qué me detuve?

26/6/08 18:34

TOMAS ALVAREZ

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es muy bueno lo que escribís ;)

un beso.